He oído a un cisne cantar

Se acerca cada día un poco más,
su cavernosa voz
alejada y sinuosa
para que la recuerde mientras yo,
quiero sólo ser vida.

Exhibe cada día
huellas grabadas del remoto antaño.

A veces demora su caminar
hacia mí, áspera se lleva a otros,
yo no dejo de avanzar en el tiempo
que me ha sido otorgado,
ni postergar mis pasos, ni frenarlos
y tampoco imprimirles lentitud,
cuando me vaya dejaré saldados
mis sueños de poeta
un legado a mis hijos de palabras
impresas, que les libere de nieblas
en sus horas adversas,

no habré visto cumplidos
mis sueños solidarios ni los de libertad
esta Tierra, planeta de unos cuantos,
en las patrias chicas de cenáculos
donde la inclusión es papel mojado,

albergo alegrías que no tendrán,
las lecturas que jubilosa hice,
la fascinación de mis doce años,
las poesías de mi pequeña mente,
la creación reivindicativa libre
de la niña que fui y sigo siendo,

de la adulta que soy
y que aún sobrevuelo sin mentiras,

ofrendo abierta mi herida
intuyo que me sigue
sabiendo como siempre que he percibido
que el óbito,
el tránsito,
–la muerte–
no es para mí.

Ahí está,
y allí,
en cualquier fracción de mi recorrido.

Adherida a mi sombra,
ese día cualquiera,
te abrazaré.