A veces la ciudad es como un niño caprichoso,
recoge las estampas y los cromos de niña
que guardo en mi memoria,
la ropa de las muñecas rotas
que se rompieron
junto al ramo de flores en mis manos de novia.
A veces la ciudad es como una amiga,
me llama con sus calles vacías
para abarrotarlas con las palabras azules que silencio
sin las palabras oscuras que olvidé
aquel día
tan oscuro también, en que enterré una traición.
A veces la ciudad es como un brujo clemente,
y me reclama los miedos
de estudiante, que perdía
el paso, en la historia de mi tiempo,
o quiere despojarme de las voces
trémulas, de un primer día de colegio.
A veces la ciudad es como una tempestad inoportuna,
que moja la ocasión de descubrir otras palabras
en el tornado se lleva los apuntes y el mensaje
y destruye en mi pluma otras ideas
y mi poema.
A veces la ciudad no me reconoce…