Como lluvia de abril,
en Navidad renacen.

La alegría y las luces
perfilan versos sugestivos.
Y lucía el ingenio de mi madre,
la media sonrisa de mi padre.

Bellos y diminutos
adornos de otros tiempos sin dinero
y chispeante espíritu
con fecha de caducidad.

No pesaba la ausencia,
nadie era aún
una estrella en el cielo.
Ninguna sombra
pintaba el horizonte
ni bordaba en el paño
de la melancolía,

y la Paz,
era
una niña dormida
al fondo de mi consciencia.

Vuelo por tu mente si te miro a los ojos
y descubro tu esencia.

Volar por tu risa y captar
la leal entraña de tu mundo interior
tan profundo y preciso.

Vuelo por tu voz,
cuando hablas de poesía
y revoloteo con calma,
cerca de tu aliento
que me lleva al elíseo de palabras
que tanto anhelé.

Vuelo por tu cuerpo y lo acaricio
con la punta de mis dedos de plumas,
tan suaves, que estremecen tu piel
y conquisto tus ganas.

Vuelo y me acerco a tu luz
que ciñe mi cuerpo
y traspasa lindes, hasta mi mente.

Vuelo,

y soy sutil ave del paraíso.