Nací en Cádiz capital, soy andaluza. Gaditana y del mar y de sus vientos. Solo viví en Cádiz durante los primeros veintidós años de mi vida, con esa edad me dieron mi primer destino como docente en uno de los pueblos con las playas más bonitas de la provincia: Conil de la Frontera. Pero en Conil estuve poco tiempo, nuevos destinos cada años, me llevaron cada vez más lejos y debido a la bajada del índice de natalidad, sabía que nunca podría ejercer en mi Cádiz, pues comenzaron a sobrar maestros en casi todos los colegios.

El cansancio año tras año de trabajar siempre en pueblos y otras circunstancias trascendentes, me llevaron a querer trasladar mi lugar de trabajo y mi residencia, a la bella Granada. Una opción viable y que me gustaba. Ya llevo aquí dieciocho años, que unidos al resto de años trabajando en pueblos, hacen un total de 43 años fuera de mi patria chica, añorada y querida a partes iguales en este destierro dorado en Granada.

Como dice mi querido amigo y poeta José Gilabert Ramos, ya soy una «graditana» y en verdad que así me siento. Tan contenta.

 

RAÍCES

 

Y dejé mi morada
escoltada por un sol que me arropaba.
Un sol de mediodía
compañero de un viaje
sin billete de vuelta.

Para no olvidar mis raíces
me llevé el olor del mar
de la húmeda arena
de mariscadas rocas verdinosas
el olor de mi Caleta.

Para no olvidar sus sonidos
grabé las aguas en su oleaje
en mi memoria de niña astuta.
El silbido del viento y los ecos
del trueno en la tormenta.

Y una canción de carnaval.

Para no olvidar su luz
guardé su fulgor en mis pupilas
su claridad infinita en mi semblante,

dejé que sus reflejos clandestinos
me tornasolaran el corazón.

Para no olvidar sus paisajes
pegué algunas fotos en un bloc
palmeras, edificios,buganvillas
ficus centenarios y aquellos dragos.
Sus playas milenarias
y las Puertas de Tierra.

Al llegar no intuí qué me esperaba.

Aquel cielo de estrellas titilantes
me sedujo haciéndome sentir
un lozano latido
que me ayudó a enterrar para siempre
un pérfido sino de desamparo
de traición
de atávica falsedad
que no quise ingerir.

Me fundí con otro mar
cambié la arena por chinos
y mis viejos olores y sonidos
los dejé ir a mezclarse sin más
junto a nuevos paisajes.

Nunca he podido dejar de mirar
este cielo de estrellas titilantes.

El cielo de Granada.

 

 

 

 

 

Deja un comentario